EL METRO DE MEDELLÍN ANTES DE NACER Igual que todo arquitecto que se respete, trasnoché mucho en el ejercicio de mi profesión como diseñador, sobre todo en la temprana etapa laboral de empleado con la firma Londoño & Vayda Ltda, donde me inicié.
El taller de diseño quedaba al fondo de la oficina en el segundo piso del Centro Comercial Oviedo recién construido, al que se llegaba por un corredor central que daba acceso a las distintas dependencias a lado y lado, luego de la sala de juntas y del despacho de uno de los gerentes.
En 1979 la empresa todavía era pequeña, con las áreas de contabilidad, personal, construcciones; en arquitectura, además del jefe de taller, éramos dos diseñadores y dos delineantes. Normalmente todos salían temprano, en cambio yo me quedaba casi siempre unas horas más. No me sentía solo porque los gerentes, Gabriel Londoño White e Isaías Vayda, solían recibir visitas en la sala de juntas, de amigos importantes, co-socios del club Campestre, quienes contaban anécdotas de viajes, de partidas de golf o chistes, y se reían a carcajadas mientras tomaban whisky. A pesar de los muros de ladrillo revocado, por entre las placas del cielo falso se escuchaba lo que conversaban.
Una vez, alguien de los asiduos visitantes llegó del exterior con la idea de hacer un metro en la ciudad. A los demás les pareció una buena propuesta y durante varios días analizaron la viabilidad política, antes de lanzar la "bomba" a los dirigentes locales. El recorrido preliminar era aprovechando el carácter lineal de la ciudad, mediante el corredor que brindaba el río Medellín, con una estación central en el sector de Otrabanda (costado oriental del río sobre la calle Colombia), originando hacia allí un eje de tensión peatonal desde el Parque de Berrío. Sería todo sobre tierra, lo que facilitaba la propuesta desde el punto de vista económico. Eran amigos del alcalde y de los concejales, además estaban seguros que los dirigentes gremiales, empresarios y comerciantes estarían de acuerdo con el significado de progreso para Medellín. En ese entonces no había elección popular; gobernadores, diputados alcaldes, concejales, eran nombrados a dedo por la instancia jerárquica inmediatamente superior entre las personas "honorables" de la sociedad.

La idea de un metro era visionaria, pensada en el desarrollo futuro de la ciudad, en una época en la que el tráfico automotor no lo exigía y que como el también nuevo edificio Coltejer, tal vez llegaría a ser un símbolo mayor de la pujanza de sus dirigentes. Pero en una sesión más avanzada en la que presentaron bocetos, Isaías Vayda fue enfático en plantear que si desviaban el trazado con entrada al centro en forma elevada, sería un negocio redondo para ellos. Captaron la idea. Gabriel Londoño se postuló como director de Planeación Municipal e Isaías Vayda propuso la creación de EDUVA (Empresa de Desarrollo Urbano del Valle de Aburrá) para la adquisición de los predios.
Sobre el nuevo recorrido por la carrera Bolívar, los sectores de la Estación Villa y Sevilla, dejaron de recoger basuras y abandonaron el mantenimiento público, lo que ocasionó el deterioro y la desvalorización de los inmuebles, los que a la vez compraba la familia Vayda para revenderlos con mejor precio a EDUVA.
El primer gerente que tuvo la Empresa Metro fue Diego Londoño White, hermano de Gabriel, mi patrón.
Contradiciendo la filosofía Magaldi con, –"sí se puede torcer el destino como débil varilla de estaño"-, luego de múltiples tropiezos e inmensos sobrecostos, el metro de Medellín nació comercialmente el 30 de noviembre de 1995.
CVV

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